Me gano la vida intentando enseñar en un instituto, pero fui alumno y profesor (¡y camarero en el bar en el nocturno!) en el «Instituto». En Alcalá el «Instituto» se llama al Cristóbal de Monroy. La trascendencia del «Instituto» va más allá de su presencia en el currículum académico de decenas de miles de alcalareños. El «Instituto» se nos ha hecho cincuentón y, como todo «puretón», combina experiencia con vitalidad. En todos estos años el instituto ha cambiado mucho; en fisonomía, en funcionamiento y en su interacción con la ciudad.
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