No sé por qué siempre he tenido predilección por los artistas desafortunados. Digamos, con más acierto, sin fortuna comercial. Sospecho que mi entusiasmo se deba a la caridad cristiana en la que hasta los ateos hemos sido educados, pero prefiero creer que es un acto de rebelión contra la injusticia. Acaso hay mayor justicia que poner en valor a quien «fracasó» haciendo lo que quería. Es más, qué es existir sino comprometerse. Por lo que fuere, más que predilección es una actitud que me lleva a investigar. Seguir las huellas que el poeta dejó en el camino pongamos hasta el deshielo de los glaciares, y no solo dejarme cautivar por novelas, poemas o canciones.
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