Hace años, Russell decía: «Cuanto más domina la ideología, menos espacio queda para la razón». Hoy, décadas más tarde, esa cita sigue siendo una realidad que se manifiesta a diario, desde el Congreso de los Diputados hasta los Premios Goya. Menciono estos dos escenarios porque, aunque deberían representar las dos caras de la moneda, la gala del cine español se ha convertido en un espacio donde la cultura ya no critica el poder, sino únicamente a una parte de él: la derecha.
Este año, todos los medios hablaban de lo mismo. Karla Sofía Gascón, una actriz de la que todo el mundo opina sin siquiera haber visto su película. A principios de febrero, su nominación al Oscar fue objeto de críticas, con algunos diciendo que solo había sido seleccionada por ser trans. Días más tarde, cuando salieron a la luz antiguos tuits de ideología conservadora, pasó de ser símbolo de una causa a ser señalada como opresora y fascista. En apenas 20 días, ha desmontado el relato de ambos bandos: por un lado, la izquierda, que dejó de apoyarla al conocer su ideología, y la derecha, que primero la criticó y después la defendió. ¿Nadie pensó en ver la película y juzgar su trabajo en lugar de reducirla a su identidad o sus ideas políticas?
Y es que, volviendo al principio, Russell tenía razón: la ideología nos ha llevado a un punto en el que hemos dejado de ser objetivos, y cualquier opinión está condicionada por ella.