Cuando hablamos de ganarnos el pan no pensamos en bollos ni molletes, sino en todo lo que materialmente necesitamos. Y cuando calculamos cuánto debemos pagar por cabeza representamos con la testa a la persona completa. Este mecanismo del lenguaje, que se llamaba sinécdoque en tiempos del plumier y los cuadernos Rubio, se conoce ahora como metonimia. ¿Pero por qué hablamos precisamente del pan o la cabeza? ¿Por qué no decimos, por ejemplo, ganarnos los calcetines o a cuánto cabemos por ombligo? Pues porque el sentido de estas expresiones radica justamente en resaltar lo imprescindibles que resultan el pan o la cabeza dentro de la totalidad de la que forman parte.
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