Se nos acaba de ir don Vicente Romero portando con elegancia un siglo de fructífera vida sobre sus hombros. Marchó a ritmo acompasado, con pasos firmes, por el camino de la cordura, la coherencia y del saber hacer. En las inmediaciones de La Centenaria, donde yo mismo le hablé por vez primera, en Navidad de 1967, lo saludé la última, un caluroso mediodía del pasado otoño.
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