El 1 de octubre de 1990 amaneció nublado y ventoso, lloviznaba. Definitivamente, el verano de las terrazas había terminado. La Avenida de Santa Lucía (todavía sin urbanizar), seguía siendo la carretera de Málaga, para distinguirla de la carretera de Mairena (Avda. Antonio Mairena) y la carretera sin más (Bailén). Por esa fecha sus amplias orillas terrizas seguían alfombradas de octavillas, con las que, a lo largo del verano, las numerosas terrazas estuvieron regando ciertas calles. Los diferentes establecimientos, publicitando atractivas ofertas, se disputaban las preferencias de la población joven. Antes de que se volvieran ilegibles los papeles que el aire llevaba de un lugar a otro, recogí algunos ya humedecidos que todavía conservo.
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