A los toneleros, la dureza del trabajo los hacía fuertes, independientemente de su complexión física. Por tratarse de un oficio especializado estaba muy bien remunerado. En los almacenes cobraban mucho más que el resto de operarios. El eco de sus golpes sobre los aros que abrochan las duelas del tonel aportaba un sonido ambiental muy característico. Usaban dos martillos: con el grande golpeaban los aros del cuerpo del tonel y con el de encabillar (más pequeño) colocaban los fondos (los de las cuarterolas medían 50 centímetros de diámetro, los de los bocoyes, 90).
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