En los textos flamencos el dolor (la pena, las ducas, las duquelas, las fatigas) se traslada poéticamente a los objetos: «La silla donde me siento / se le han caío las neas (eneas) / de pasar puros tormentos». El dolor nos derrumba como se desfonda una silla. Y las camisas, fundidas con el cuerpo, sufren el dolor cuando se rasgan. Literalmente, se rompen de dolor. Y hasta el sombrero, esa funda de la cabeza que rodea el pensamiento, nos escucha por dentro como quien espía lo que ocurre en una habitación arrimando la oreja a la pared. Hay una copla que revela los insomnios y las cavilaciones de un sombrero. Suele cantarse como un garrotín: «Pregúntale a mi sombrero, / mi sombrero te dirá / las malas noches que pasa / y el relente que le da».
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