Los refranes gozan de buena prensa. Han heredado aquella idealización de la sabiduría popular que inspiró la cultura y arte del costumbrismo en el siglo XIX. El pueblo es sabio, se pensaba, y los refranes son expresión depurada de una ciencia secular sentenciosa y exacta: Agua pasada no mueve molino. En Alcalá sabemos, sin embargo, que agua pasada sería la que movería el molino siguiente, si aquí algo se moviera.
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