Francisco Palma fue un fanático de las motos. Su pasión le vino del taller de reparación que tenía su padre Antonio, en la Plaza del Duque. Allí aprendió a montarlas y arreglarlas, antes de hacer el servicio militar. Desde entonces hasta su muerte, el 17 de noviembre, su vida se ha centrado en este vehículo de dos ruedas, en su empresa Motos Palma, ubicada en la calle Bailén.
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