Las mentiras políticas no están penalizadas, no pasan factura a la hora de votar. Las mentiras políticas se olvidan o se quieren olvidar. El ciudadano emplea la memoria cuando le interesa. Siempre encuentra una justificación. Todo ello viene, además, producido por la falta de interés en los asuntos políticos y por la falta de información para tener un mayor y mejor conocimiento de comprobación de los hechos.
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