En los últimos tiempos, parece que el mundo de la política ha entrado en una preocupante fase de negación de los consensos y de deslegitimación del adversario. En lugar de valorar los acuerdos, la estrategia de los partidos prioriza la confrontación con los gobiernos y la descalificación del otro. Esto alimenta la polarización, como ya hemos visto en pasadas elecciones, pero sobre todo socava los esfuerzos en favor del diálogo y el respeto mutuo. Sin ellos, nunca tendremos una democracia saludable.
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