A veces olvidamos que, a pesar de la épica callejera y los alegatos morales que lo inundan todo, la democracia representativa es un sistema bastante prosaico, necesario para que la sociedad funcione. Se alimenta de apoyos ciudadanos y negociaciones, siendo el único mecanismo humano para gestionar conflictos sociales, económicos y políticos sin recurrir a la supresión de ninguna de las partes involucradas. Por ello, las victorias son parciales y efímeras, ya que la negociación, inherente a la democracia, implica la renuncia de algunas demandas para alcanzar consensos.
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