Hasta hace unas décadas, Alcalá terminaba en el Barrero y comenzaba en El Duque. ¿Quién podría imaginarlo hoy? Mi abuelo siempre me contaba que, en su época, del Duque para abajo era zona peligrosa a ciertas horas, y que, de la cooperativa de aceite para arriba, todo era campo.
Hoy en día, Alcalá ha cambiado por completo. La ciudad crece sin cesar, extendiéndose por todas sus fronteras. Edificaciones surgen tanto en la zona de Montecarmelo como en el Distrito Sur, y parece que no hay un rincón sin urbanizar.
Es cierto, Alcalá ha crecido. Pero, ¿realmente ha mejorado? El verdadero problema es que nuestros dirigentes parecen más interesados en cobrar el IBI, en construir aparcamientos de 42000 euros por plaza o en arreglar entradas a molinos que no son más que excusas camufladas como zonas de bajas emisiones de la Agenda 2030, que en mejorar la situación del municipio.
Señores dirigentes, por mucho dinero que se gasten en instalar farolas que parecen estufas o en asfaltar calles, hay barrios enteros que siguen sumidos en el abandono. Da tristeza caminar por muchas calles de la zona centro y encontrarse con casas derrumbadas, casas que sólo conservan la fachada, o solares que se han convertido en refugios para okupas o animales. Evidentemente, ustedes dirán que el abandono de estos lugares no es responsabilidad suya. Pero me atrevo a decir que sí lo es, y no por olvido, sino por el cálculo electoral. Pregúntenle a los vecinos de Los Pinos, que aún están esperando las promesas de Lola Aquino, la misma que criticaba a Rosa Carro por pactar con el PSOE y que nos decía que cuando ella llegara al gobierno todo mejoraría, supongo que lo dejarán para febrero de 2027, como todo.