En los últimos años y después del ascenso electoral de los «españolistas» que repudian el Estado de las Autonomías, viene siendo tónica general en nuestra tierra que se dediquen a denostar la figura del Padre de la Patria Andaluza, cuando en todo momento Blas Infante ha representado para los andaluces el mejor y máximo referente de la lucha por nuestra tierra, porque gracias a él Andalucía es hoy un pueblo más libre, aunque los postulados de El ideal andaluz, obra principal del pensamiento infantiano, no han podido consolidarse dada la influencia del centralismo político.
Pero, ¿por qué debemos ensalzar la figura de Blas Infante? Principalmente porque fue quien enarboló la bandera del andalucismo en su doble vertiente cultural y política con visión de futuro, en primer lugar por la mejora de las condiciones de vida de los jornaleros andaluces para después extender su misión a la que él denominaba «liberación del pueblo andaluz» mediante la consecución de una Autonomía política que propiciara la mejora de las condiciones de los andaluces.
Pero para entender a Blas Infante hay que hacerlo desde el contexto de la época en la que desarrolló su actividad pública. A principios del siglo XX Infante descubre la necesidad de sacar de la esclavitud al campesinado andaluz, ya que observaba que los jornaleros eran maltratados y explotados por los terratenientes, y para ello abandera una posición política liberadora a través de las Juntas Liberalistas que él fundó. En un primer momento sostiene la necesidad de proceder al reparto de la tierra, eje principal del movimiento liberalista; «pedid tierra y libertad», dice nuestro himno, y ese precisamente era el «grito político» del liberalismo andaluz.
Infante recoge las ideas liberalistas y las convierte en ideario político, introduciendo el componente nacionalista: «Sin poder político no se puede conseguir la liberación del pueblo andaluz», y con esa expresión justifica Infante la acción política para conseguir un Estatuto de Autonomía como instrumento de capacidad de decisión propia con el fin de poner en marcha las transformaciones necesarias para hacer posible el progreso de nuestra tierra y así mejorar las condiciones de vida de los andaluces.
En ese camino, Infante fue decisivo en la configuración de la «identidad andaluza», dotándonos de una simbología propia mediante la creación de nuestra bandera, nuestro escudo y nuestro himno.
Impulsó y defendió nuestra autonomía política con un discurso regeneracionista, integrador y solidario con el resto de los pueblos: «Sean por Andalucía libre los pueblos de Iberia y la humanidad». Por eso Blas Infante ha sido también considerado universalista en su pensamiento. La liberación del pueblo andaluz debe producirse a la par que la de los demás pueblos que padecen situaciones de dependencia y que no pueden ser directamente protagonistas de su futuro. Esa dependencia, al igual que la de nuestro pueblo, es necesario romperla.
Por ello, no podemos olvidar que Blas Infante ha sido reconocido oficialmente como «Padre de la Patria Andaluza», y así consta en el preámbulo de nuestro Estatuto de Autonomía: «La historia ha reconocido la figura de Blas Infante como padre de la patria andaluza e ilustre precursor de la lucha por la consecución del autogobierno… Blas Infante, con las Juntas Liberalistas que él mismo creó, se coloca en la vanguardia del andalucismo al luchar incansablemente por recuperar la identidad del pueblo andaluz. Por conseguir una autonomía libre y solidaria… por reivindicar el derecho de todos los andaluces a la autonomía y a decidir su futuro». Todo su ideario, concentrado en su obra El ideal andaluz, nos ofrece las claves de su pensamiento: dar confianza al pueblo en sus posibilidades de progreso, despertar su patriotismo frente a la injusticia, alcanzar una educación libre, universal y gratuita, así como intervenir en la economía con medidas en relación a la tierra de cultivo.
Blas Infante concibió Andalucía como una tierra de progreso para contribuir al engrandecimiento de los demás pueblos, ligando su desarrollo al de los demás pueblos (ese era el sentido universalista de Infante), como ejercicio de solidaridad y universalismo. Infante se adelantó a su tiempo, y muchas de sus propuestas siguen hoy vigentes.
Su muerte se produjo al ser asesinado cuando se encontraba en la tramitación del Estatuto de Autonomía que estaba previsto aprobar en el mes de septiembre de 1936. Ello produjo que el estatuto quedara postergado durante cuarenta y cinco años. Si todo lo atesorado por Blas Infante en su actividad en pro de nuestra tierra no son méritos suficientes para considerarlo y declararlo «Padre de la Patria Andaluza», no sabemos qué otros méritos deberíamos exigirle para reconocerle su importante labor en favor de Andalucía.
Probablemente, quienes hoy tratan de ridiculizarlo y denostarlo sean aquellos descendientes de esos caciques y terratenientes que explotaban a los jornaleros de nuestros campos, a los que Infante quería liberar de su opresión; esos señoritos andaluces que tanto daño han hecho a la imagen de nuestra tierra. Pero no quiero terminar con un mensaje negativo, porque como conclusión podríamos resaltar que los postulados y el pensamiento de Blas Infante, desde lo mucho que al pueblo andaluz le queda por conseguir, siguen estando vigentes. Quiero terminar este escrito con la frase que Blas Infante pronunció en el momento de su asesinato, frase que recoge en solo tres palabras el legado que nos dejó: ¡Viva Andalucía libre!