Desde sus orígenes la gala de los Premios Goya ha sido un acto de adhesión pública a las ideas que las izquierdas defiendan en cada momento y de repulsa a los políticos de la derecha. Este año la candidata gubernamental a la mejor película era El 47. Pedro Sánchez fue a verla con su esposa el 18 de septiembre y recibió en Moncloa al equipo de la película en octubre. Se trata de una obra de militancia política, previsible, lacrimógena y en muchos momentos aburrida. En cambio, La infiltrada es una película independiente que ha tardado 8 años en poderse rodar. La productora ha reconocido que le ofrecieron dinero a cambio de modificar su sentido pero rehusó. Es una historia real, sin idealizaciones e imparcial, pero incómoda en un momento en el que se está blanqueando a ETA. Fue vetada en el Festival de San Sebastián e ignorada por muchos medios de comunicación pese a su gran calidad.

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