Un gobierno que aspira a transformar la ciudad, ahora que es Gran Población, no puede olvidarse de las personas. Y, a veces, tengo la sensación de que esto es precisamente lo que ocurre muy a menudo. La ciudad no se puede gestionar solo con una tabla de Excel para cuadrar presupuestos, partidas, sueldos y contratos. Las personas no son solo monigotes y elementos decorativos en las fotos de la propaganda municipal. La ciudad hay que gestionarla teniendo presente el componente humano. Si la ciudad inteligente se deshumaniza, se pierden los activos más importantes de una población, sus vecinos. Tampoco se puede construir una ciudad en la que solo los aventajados y privilegiados puedan vivir.
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