Las redes sociales son un estercolero donde muchos miserables, sin escrúpulos ni vergüenza, vierten odio sin medida. Es un hábitat oscuro. Se sienten impunes bajo los pseudónimos y amparados por las reglas de Meta o Elon Musk. Hay que ser cobarde para difundir una opinión o un juicio ocultando la identidad en la era de la libertad de expresión. Generalmente se abusa del anonimato para desprestigiar, para atacar y acosar reservándose de posibles consecuencias penales o sociales. Es evidente que a esta barra libre de insultos ayuda la dificultad que tienen las autoridades para actuar.
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