Lo último en arte contemporáneo es gastar una pasta gansa en hacer una performance montando un tranvía interino en las canteras de Alcalá, y lo importante no es el tranvía en sí, sino lo efímero de ese tranvía sustituto (a pesar de las políticas europeas). Lo que se busca es el efecto, la apariencia, el holograma, que parezca que ya hay tranvía, aunque no se mueva ni un centímetro, para que empiece a moverse justo el año en el que habrá elecciones, nada nuevo bajo el sol.
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