Vaya por delante que no tengo nada personal contra la alcaldesa, no tengo, palabra de honor, ninguna animadversión hacia ella. La saludo, me saluda, me habla, le hablo y ya está. Tampoco sé si ella tiene algo contra mí. Lo que sí es cierto es que con el periódico no se lleva bien, y es que el periódico le resulta molesto por decirle las verdades del barquero. Ana Isabel, que presume de ser discípula de Susana Díaz y que ha adoptado su estilo de estar más preocupada por la imagen y la propaganda que por la gestión, está rodeada de palmeros con un PSOE dividido que no se atreve a discrepar. Sus esporádicas apariciones se limitan a una presentación o a representar, cada día más, asociaciones subvencionadas con dinero público. La transparencia de su gobierno es nula, no practica la Democracia, desprecia a una oposición que, dicho sea de paso, no da la talla.
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