Asombra la candidez con la que nuestros padres acataban las opiniones de algunos personajes públicos a los que consideraban dotados de autoridad científica, intelectual o política. La opinión de Grande Covián (¿se acuerdan?) sobre alimentación era dogma de fe. En televisión existían tertulias como «La clave», valoradas por la talla intelectual de quienes intervenían en ellas. Muchos políticos eran respetados y aceptados como líderes. Felipe González cambió la opinión de los españoles sobre la OTAN simplemente pidiéndoles que confiaran en él.
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