Existió un tiempo en el que los perros no tenían raza. En aquellos años distantes y rudos, los mejores amigos del hombre vagabundeaban libres por las calles sin coches, copulaban a la vista de todos, indiferentes a los embarazos no deseados, y sufrían la brutalidad de los niños sin desbastar de la posguerra. Hoy a los perros se los quiere como a hijos. Tienen derechos y seguro médico. Ya no pueden amarse en libertad, pero están, por lo general, a salvo de la crueldad humana. Ignoro si son más felices.
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