Se desvanece un muy jartible agosto, y nos deja la resaca de la bronca política tras los resultados electorales, más marcada por los intereses políticos y profesionales de nuestros dirigentes que por las preocupaciones y necesidades de la gente. Nada nuevo. También nos deja varias polémicas muy agosteñas, por lo liviano de los acontecimientos en sí mismos y por la polvareda caliente y pegajosa que levantan en los medios y en la gente que les hace coros. Otra vez la sensación de que preferimos los argumentarios a la argumentación, los lemas resultones a la confrontación de hechos e ideas. Arrecia el chaparrón de pedradas entre trincheras ideológicas que aprovechan cada excusa para arrimar el ascua a sus muy mediocres andamios de posicionamientos políticos o sociales.
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