El mal de muchos nunca es consuelo decente ni aceptable. Pasearnos por pueblos de nuestro entorno o por la propia Sevilla con frecuencia nos regala la prescindible sensación, especialmente en nuestro jartible verano, de movernos por un desierto de cemento, expuestos a la inclemencia del sol abrasador durante once o doce horas diarias, sin mucha sombra que nos cobije.
CONTENIDO EXCLUSIVO
Hazte socio. Si ya lo eres y aún no tienes claves pídelas a [email protected]
Si ya eres socio inicia sesión