Bullen las conversaciones, las cuitas del profesorado alrededor de una palabrería y un laberinto metodológico que ni asumen, ni entienden, ni tiene mucho que ver con la función esencial de lo que debería pasar en un centro educativo; el aprendizaje y la enseñanza. El ruido de las programaciones infladas, de la multiplicación sin fin de criterios, competencias, saberes básicos…no deja ni tiempo ni energías para lo esencial; preparar e impartir las mejores clases posible, fruto de una tríada cada vez más alejada de lo que realmente ocurre en las aulas; solvencia académica en las materias a enseñar, capacidad didáctica para propiciar el aprendizaje e implicación profesional en el proceso de aprendizaje de los alumnos.
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