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Acabamos de estrenar año. El verbo estrenar siempre me resulta evocador, posiblemente de cuando estrenar cosas, por poco frecuente, nos llenaba de alegría. Nos faltaban cosas y nos sobraba tiempo. Ahora que nos sobran cosas, nos falta tiempo, precisamente cuando los relojes y los almanaques empiezan a arrastrar los pies. Me entusiasma poco la diversión guionizada de las fiestas. Me siguen gustando las mañanas o madrugadas de Año Nuevo. Las calles vacías, los ritmos pausados, la vida cansada que empuja los resortes de la mañana.
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