Las redes sociales han puesto balcones a la calle (con altavoces) para opinar, exponer, difamar, inventar o falsear. También han propiciado un estilo dialéctico directo y agresivo poco amigo de las matizaciones y, mucho menos, de contemplar argumentos ajenos que pueden desmontar o mejorar los nuestros. Esta tendencia a dividir el mundo y las opiniones en blancos o negros puede ser bienvenida para quienes miran la vida con las gafas del dogmatismo que han elegido. También para quienes se apuntan a guiones pre-escritos a la sombra de una etiqueta ideológica que creen acertada y, lo peor, baluarte de toda duda.
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