Ya conocen el origen de la expresión; el aviso a voz en cuello que precedía, con suerte, al lanzamiento del contenido de bacines, escupideras… a la vía pública. Fue Carlos III (el de nuestro puente «romano») el que se arremangó (Esquilache y Sabatini mediantes) para salvar a los madrileños de seguir retozando en mierda.
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