Como he escrito una gramática explicada con chistes, parece que ahora puedo hablar del humor con cierta propiedad (nótese la ironía). El humor, fuera de bromas, me parece un excelente termómetro para medir el grado de libertad de una sociedad. Y hoy en día la corrección política ha ahuecado todos los espacios a la broma y prácticamente ya no podemos reírnos de nada sin herir a alguna minoría discriminada. Qué lejos quedan aquellas casetes de Arévalo en las gasolineras con chistes de gangosos, de mariquitas o de catalanes.
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