Alcalá se ha lanzado al mercado turístico con una nueva imagen de marca. Un río de emociones, la llaman, entre grafías de colorines y alegres imágenes del dragón y el castillo. Ya desde la metáfora del eslogan, el río y las emociones, habría que puntualizar que las emociones no tienen por qué ser, precisamente, agradables ni positivas. La asociación de turismo y Alcalá me produce una extraña melancolía. La primera duda que me asalta es saber a quién va dirigida esta campaña, y no me queda claro si los promotores buscan de verdad atraer a visitantes foráneos o tan sólo se conforman con estimular la glándula del orgullo local, siempre tan necesitada de cariño.

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