Nos quejamos, a veces con razón, de la iniciativa civil de la que adolece la ciudad en tantos aspectos. Con ese espíritu idealista, nos gustaría una ciudad que, pongamos por caso, fuese capaz de organizar por sí misma, sin el dopaje de la ayuda pública, campeonatos deportivos locales, actividades de ocio para los fines de semana o mercadillos donde intercambiar estampitas. En fin, esas actividades que nacen siempre del altruismo ciudadano que sirven para dinamizar las ciudades y crear espacios de convivencia, el argot cursi de la corrección política.
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