Cuando volví a España después de seis años de ausencia (había emigrado a Canadá durante ese periodo), me encontré con que se anunciaba en la televisión un producto canadiense retirado de aquel mercado por tener el Ministerio de Salud serias dudas sobre su salubridad, pero cuyos excedentes habían sido vendidos a España. El producto en cuestión con componentes potencialmente cancerígenos eran unos polvos químicos que mezclados con el agua resultaban en naranjada. Gracias a la profusión de su publicidad, se estaba consumiendo en casi todas las casas españolas. Eso sucedía en el primer país productor de naranjas del mundo.
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