Cuando llegué en el año 82, Alcalá era conocido como el pueblo de los panaderos. Durante décadas, alimentaba con su pan, recién sacado del horno, a Sevilla. Un tren atravesaba la montaña sobre la que se asienta su castillo, y transportaba ese manjar, todavía caliente, a la gran urbe que, desde sus cerros, se podía contemplar a lo lejos, centelleante en la noche y resplandeciente de sol por las mañanas…

En el 82, el tren ya no funcionaba, pero el pueblo seguía oliendo a pan…Un olor con tonalidades profundas que nos retrotraía a un sentimiento de hogar.
Alcalá era un pueblo con mucha personalidad y un entorno privilegiado. Aparte de por el pan, era conocido por sus aceitunas y podía presumir y enorgullecerse de sus hijos. Una importante cantera de artistas lo singularizaba frente a otras localidades andaluzas. Alcalá ha sido cuna de grandes del cante y del baile; el cante jondo y el baile inimitable. Fuente de inspiración por la belleza de su entorno para los pintores; su río y sus molinos han sido inmortalizados desde todos los ángulos. Y, todavía entonces, era posible bañarse en las aguas cristalinas del Guadaíra cuando el calor apretaba. El pueblo era, además, un referente de prestigiosos intelectuales y un semillero de personalidades notables y de deportistas de élite…

En aquella época era un pueblo, hoy es una ciudad.
Su cercanía a Sevilla la ha transformado inevitablemente en ciudad dormitorio.
Muchas cosas han mejorado. Por ejemplo, sus infraestructuras. En aquella época solo había un instituto, el Cristóbal de Monroy, y el barrio donde se sitúa este centro se conocía como el barrio del instituto. Hoy la oferta educativa, cultural y comercial es muy amplia y diversa, como lo es su población. No obstante, siento nostalgia por aquel pueblo, que ya no lo es; aquel pueblo donde te conocían en todas las tiendas y donde el tiempo se estancaba…
Lo que no ha cambiado es la circulación, un mal endémico. Es un verdadero suplicio atravesar la ciudad o salir desde el centro hacia Sevilla. El tranvía mejorará, sin duda, la comunicación en toda la zona norte, pero me parece que recuperar el tren de los panaderos sería no solo un medio de conectar fácilmente la zona centro y sur con Sevilla, sino también una entrañable atracción turística. Le dedico este artículo a Enrique Sánchez, personalidad notable de Alcalá.

Escritora y columnista de La Voz de Alcalá.

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