Ya no me acuerdo si venía dentro de un sobre o no. El caso es que me extrañó ver nada más abrir la puerta de mi casa una carta escrita a mano. Venía junto a un prospecto y lo primero que pensé es que se trataba de una fotocopia. Pero no, escrita en letrilla inglesa, como se hacía antiguamente cuando se enseñaba caligrafía en las escuelas, tenía sus huellas y marcas en el papel. No cabía duda de la autoría manual del que la firmaba. Era la carta de un testigo. De Jehová. Venía a decir que había estado en casa y como no encontró a nadie escribió estas palabras.
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