Cuando en el siglo pasado se crearon los grupos escolares de Pedro Gutiérrez se buscó uno de los sitios más aireados y frescos de Alcalá para el agrado de los niños. Los grupos estaban precedidos de un jardín delantero de palmeras y setos que refrescaran el ambiente. La idea era de lo más acertado. Hoy sólo queda en pie una palmera de la docena larga que yo conocí. Y no será porque los empleados de jardines no hayan aplicado todos los métodos posibles para acabar con el tan temido picudo rojo.
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