Este periódico que tiene entre sus manos, una odisea de la prensa local en papel, es posible gracias a él. Enrique Sánchez era mi amigo y fue él quien me pidió, por prudencia, que escribiera una columna cada dos números. Le dije que no, que siempre que saliera tendría mi colaboración desinteresada, y que fuera con temas relacionados con Alcalá. Nunca corrigió una palabra. Sánchez era un periodista de raza, de los que creían que la Prensa cumple un papel fundamental, alabar al poder cuando acierta y criticarlo cuando se equivoca. Por eso tuvo sus enemigos. Los mismos que le mostraron en público su deseo de matarle, a última hora quisieron resarcirse dándole una medalla de alcalareño del año. Se negó como todos saben a recogerla. Y lo motivó de fehacientes maneras. Entre otras razones porque desde el Ayuntamiento monolítico de siempre intentaron cargarse con todos los medios posibles este periódico.
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