Este pequeño artículo no pretende otra cosa que acercarnos de nuevo a nuestro río, al mismo río de siempre. Y lo hace sabiendo que pasará rápido, como lo han hecho sus aguas después de las últimas lluvias. Cuando el río fluye tan manso que parece quieto, no nos importa darle la espalda y dejarlo haciendo su zapa entre lodos y cañaverales, pero cuando es un torrente, una pulsión vibra en el aire y su cauce atrae como atrae un lugar santo a los peregrinos.
CONTENIDO EXCLUSIVO
Hazte socio. Si ya lo eres y aún no tienes claves pídelas a [email protected]
Si ya eres socio inicia sesión