Antes de nada, atento lector, he de aclarar que en el título de este artículo no hay ninguna errata; me explico. Dijo una vez un poeta que, en los poemas, los signos de admiración deberían escribirse siempre al revés: porque sólo hay que sentarse a escribir después de la emoción, y porque el poema debe abrir la emoción del lector sensible. Conforme a esta proposición, coloco los signos de admiración del título de este texto de tal manera y añado que también algunas palabras deberían signarse así, pues en sí mismas llevan ese extraño temblor que la poesía necesita.
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