Anda ennegrecido el trigo de esta última cosecha por nuestro pueblo a la espera de su siguiente metamorfosis. Al sagrado cereal se le ha ido enlutando el oro de su piel y se ha ido cubriendo de sombra desde que un ineludible destino le ha arrebatado la promesa del fuego purificador. Ya sabe este trigo que no acabará cocido y glorificado en el viejo horno de leña donde lo hicieron sus ancestros. Igual que sabe que las manos de Antonio, manos enormes como albardas, no volverán a amasar su sangre blanca hasta transformarla en mil piezas distintas cada día.
CONTENIDO EXCLUSIVO
Hazte socio. Si ya lo eres y aún no tienes claves pídelas a [email protected]
Si ya eres socio inicia sesión